Ir al contenido principal

CARMEN OLMEDO, AL SUR


Mientras que Pedro y Pablo exhibían sus egos por la Carrera de San Jerónimo, y daban una muestra más de cómo han convertido la política en un espectáculo mediocre, una calle con nombre de mujer se inauguraba en el sur de nuestra ciudad. Sin duda el mejor lugar para ubicar la memoria de Carmen Olmedo Checa. Porque las mujeres siempre han sido el Sur del Sur, las vulnerables entre los vulnerables, una condena contra la que Carmen se rebeló convirtiendo su lucha feminista en compromiso político. Un compromiso que le llevó a pelear para que ellas dejaran de ser las "idénticas" y se convirtieran en las "iguales".
En esta ciudad de imposibles diálogos, de omnipotencias eclesiásticas y contrarreformas en procesión, y de izquierdas que parecen avergonzarse de ser fieles a sus convicciones, es más que una buena noticia que al otro lado del río, en esa orilla durante tanto tiempo invisible, permanezca el nombre de quien abrió tantos caminos. De una de esas mujeres, la mayoría de ellas anónimas, que tanto pelearon para que sus hijas pudieran gozar de las libertades y oportunidades que ellas no tuvieron. Las que en tiempos nada fáciles tuvieron muy claro que sin ellas la democracia no era tal y que la verdadera transición de este país pasaba necesariamente por superar las férreas estructuras patriarcales que durante décadas habían amparado Estado, Iglesia y Varón. Una labor, la de Carmen y la de tantas mujeres, que continúa siendo invisible en los manuales y en las crónicas. Y ya sabemos que lo que no se nombra no existe. O lo que es lo mismo: lo que convertimos en silencio acaba favoreciendo a los poderosos.
En esta época de perversas alianzas entre neoliberalismo y patriarcado, en la que la realidad nos demuestra cada día que no basta con la igualdad formal y que la mano masculina continúa siendo la que mece el poder, necesitamos recuperar y dar valor a la genealogía feminista. A esa larga cadena de mujeres que deberíamos tener presentes para hacer posible al fin el cambio de un orden político, cultural y económico que provoca tantas injusticias. Que continúa haciendo cada vez más grandes las distancias entre el Norte y el Sur, entre los que capitalizan las cláusulas favorables del contrato y los que sufren nuevas formas de servidumbre. De ahí que el nombre de Carmen Olmedo, como si fuera el banderín que desafía los vientos del Norte, tenga no solo la connotación de merecido homenaje sino también el enorme valor de recordarnos cuánto queda por hacer. Sabedoras y sabedores de que las conquistas no son irreversibles y que de que hay que estar siempre alerta frente a quienes bajo el disfraz de la libertad no tienen reparos en sacrificar la igualdad.
El lenguaje, que siempre ha sido un arma de los poderosos, ha insistido en lo negativo que es "perder el norte". De hecho, con relativa frecuencia se les ha recriminado a las mujeres esa pérdida de rumbo o, lo que es lo mismo, su incapacidad para autodeterminarse racionalmente. Hoy, sin embargo, deberíamos invertir los términos: es decir, el objetivo debería ser perder el Norte y ganar el Sur. Esa otra orilla en la que siempre estuvieron ellas. Y desde ahí, desde ese Sur combativo y soleado, pletórico de convicciones y armado con las herramientas éticas del feminismo, deberíamos (re)conquistar las ciudades. First we take Manhattan, then we take Berlin.
En Córdoba, desde hace unos días, tenemos una guía para esa aventura al otro lado del río. En ese Sur durante décadas olvidado, desde el que es posible mirar la otra orilla con el coraje de una mujer que no se conformó con el cielo limitado de su patio. Desde ahí deberíamos empezar a derribar fronteras, empezando por la que todavía hoy insiste en dividir jerárquicamente la Humanidad en dos mitades.
Las fronteras indecisas, Diario Córdoba
Lunes, 4 de abril de 2016
http://www.diariocordoba.com/noticias/opinion/carmen-olmedo-sur_1030572.html

Comentarios

Entradas populares de este blog

YO, LA PEOR DEL MUNDO

"Aquí arriba se ha de anotar el día de mi muerte, mes y año. Suplico, por amor de Dios y de su Purísima Madre, a mis amadas hermanas las religiosas que son y en lo adelante fuesen, me encomienden a Dios, que he sido y soy la peor que ha habido. A todas pido perdón por amor de Dios y de su Madre. Yo, la peor del mundo: Juana Inés de la Cruz". Mi interés por Juana Inés de la Cruz se despertó el 28 de agosto de 2004 cuando en el Museo Nacional de Colombia, en la ciudad de Bogotá, me deslumbró una exposición titulada "Monjas coronadas" en la que se narraba la vida  y costumbres de los conventos durante la época colonial. He seguido su rastro durante años hasta que al fin durante varias semanas he descubierto las miles de piezas de su puzzle en Las trampas de la fe de Octavio Paz. Una afirmación de éste, casi al final del libro, resume a la perfección el principal dilema que sufrió la escritora y pensadora del XVII: " Sor Juana había convertido la inferioridad

EL ÁNGEL DE AURORA Y ELENA

  El dolor siempre pasa por el cuerpo. Y la tristeza. También el goce, los placeres, la humillación. Somos cuerpo atravesado por las emociones. Los huesos y la piel expresan los quiebros que nos da la vida. Esta acaba siendo una sucesión de heridas, imperceptibles a veces, que nos dan nombre. Algunas supuran por los siglos de los siglos. Otras, por el contrario, cicatrizan y nos dejan tatuados. Las heridas del amor, de los placeres, de los esfuerzos y de las pérdidas. Estas últimas son las que más nos restan. Como si un bisturí puñetero nos arrancara centímetros de piel.   Sin anestesia. Con la desnudez propia del recién nacido. Con la ligereza apenas perceptible del que se va. No puedo imaginar una herida más grande que la provocada por la muerte de un hijo apenas recién iniciado su vuelo. Por más que el tiempo, y las terapias, y   las drogas, y los soles de verano, hagan su tarea de recomposición. Después de una tragedia tan inmensa, mucho más cuando ha sido el fruto de los caprich

CARTA A MI HIJO EN SU 15 CUMPLEAÑOS

  De aquel día frío de noviembre recuerdo sobre todo las hojas amarillentas del gran árbol que daba justo a la ventana en la que por primera vez vi el sol  reflejándose en tus ojos muy abiertos.   Siempre que paseo por allí miro hacia arriba y siento que justo en ese lugar, con esos colores de otoño, empezamos a escribir el guión que tú y yo seguimos empeñados en ver convertido en una gran película. Nunca nadie me advirtió de la dificultad de la aventura, ni por supuesto nadie me regaló un manual de instrucciones. Tuve que ir equivocándome una y otra vez, desde el primer biberón a la pequeña regañina por los deberes mal hechos, desde mi torpeza al peinar tu flequillo a mis dudas cuando no me reconozco como padre autoritario. Desde aquel 27 de noviembre, que siento tan cerca como el olor que desde aquel día impregnó toda nuestra casa, no he dejado de aprender, de escribir borradores y de romperlos luego en mil pedazos, de empezar de cero cada vez que la vida nos ponía frente a un n