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Mostrando entradas de 2016

HOMBRES SIN PRESENTE

"No todo el mundo puede convertirse en lo que desea ser". Estas fueron las primeras palabras que escribió Hirozaku Koreeda cuando empezó a escribir el guión de su película Después de la tormenta. Esa mirada sobre los sueños frustrados, sobre la realidad que se impone y sobre la estrechez a la que se reducen los horizontes, ha acaba siendo finalmente en la pantalla una mirada sobre la crisis que los hombres llevamos viviendo desde ya hace algunos años y que a mi parecer va a constituir una de las grandes cuestiones sociales y políticas del siglo XXI. El protagonista, Ryota, un escritor que no encuentra la manera de enderezar su vida, representa a la perfección el sujeto masculino que es prisionero de las expectativas - las personales y las sociales -, que arrastra como una cadena su estricta definición a través de los logros y que es incapaz de asumir que la fragilidad forma parte inevitablemente de cualquier ser humano y que, por tanto, el secreto de la felicidad consiste

HOMBRES HERIDOS

“A los dos les asaltaban las dudas, pero estaban esforzándose al máximo; los dos dudarían de sí mismos, harían avances y retrocesos, pero seguirían intentándolo, porque confiaban el uno en el otro y porque Jude era la única persona del mundo que merecía que él experimentara todos los contratiempos, las dificultades, las inseguridades y la sensación de vulnerabilidad.” Hay libros que te dejan indiferente y los olvidas al día siguiente de haberlos terminado, si es lograr llegar a su última página. Hay otros que te provocan un placer instantáneo pero que difícilmente calan más allá de tu piel. Los mejores, sin duda, son aquellos que te dejan herido, como si cada página fuera una navaja afilada que recorre tu piel y se mete dentro, muy adentro de ti, dispuesta ya a quedarse para siempre. En esa ceremonia de dolor y gozo, el lector siente como su cuerpo se hace cómplice de las letras que expresan emociones y, por tanto, se estremece, pasa frío, se acalora o tiembla.  Como si se tr

JUGANDO A SER EL MEJOR

Los hombres estamos obligados a demostrar de manera permanente nuestra masculinidad, es decir, que cumplimos fielmente las expectativas de género y que somos por tanto reconocibles como sujetos viriles por nosotros mismos y por nuestros semejantes. En este sentido, la masculinidad se convierte en una prueba constante, en un desafío que nos obliga a ajustarnos a patrones y a medirnos, por tanto, de acuerdo con las reglas hegemónicas del patriarcado. Eso nos convierte en sujetos no solo enjaulados sino también permanente mente insatisfechos, en cuanto que hemos de actuar cada día para demostrarnos a nosotros mismos y a los demás que no hemos bajado la guardia. Ese juego interminable que supone la hombría es el que nos muestra la película Chevalier (2015), en la que la directora griega  Athina Rachel Tsangari  encierra en un yate de lujo a seis hombres que, en mitad del Egeo, se plantean el reto de jugar a ver quién es el mejor de entre ellos. El que gane podrá lucir al final el anil

LAS BELLAS ARTES DE MAGÜI MIRA

Siempre me la imagino como un personaje escapado de un libro de Virginia Woolf. Tal vez una Mrs. Dalloway que se rebela contra las fiestas y las flores, o como un Orlando que cambia de sexo como de peinado, o incluso como la hermana mayor de Shakespeare que un día reveló que ella fue la autora de “El rey Lear”. Hay en ella algo de amazona que se resiste a abandonar la batalla, de aventurera que prefiere llevar botas a tacones, de irresistible mujer fatal cuya fatalidad quizás siempre haya sido sentirse digna heredera de las “sin sombrero”. Fue mi admirada y soñada Ana Belén la que me descubrió hace apenas tres años, de la mano de la mejor Kathie que podría haber imaginado Vargas Llosa, su pulso firme y su mirada: la de una mujer que trata siempre de arañar la superficie del mundo que vivimos para extraer, con arte y con palabras, las sutiles enredaderas de las relaciones emocionales – y, por tanto, políticas – que nos definen como seres humanos. Magüi Mira , que desde entonces ha

NOSOTRAS, ÉVOLE Y EL FEMINISMO

El  Salvados  del pasado domingo, lastrado como es habitual por el voluntarismo amable de Jordi Évole, todo un especialista en quedarse en la superficie de aquellos temas que es evidente que le resultan ajenos, me sirvió, pese a sus debilidades, para extraer algunas conclusiones no por evidentes menos dignas de recordarse. La primera, tal y como se dedujo de alguno de los testimonios de las invitadas y aunque no se expresara de forma radical como hubiera sido deseable, es que la autonomía de las mujeres está íntimamente conectada a su independencia económica. Solo así, en todo caso, es posible pensar que la exclusiva dedicación a la maternidad, por ejemplo, es una elección libre y no una imposición del sistema. En este sentido me habría gustado que se analizara en el caso de la mujer que apareció en el programa dedicada íntegramente al ámbito privado: a) el sostén económico que representa en su caso el marido proveedor; b) los costes que a medio y sobre todo a largo plazo pued

MASCULINIDADES TÓXICAS

Leo sobrecogido el relato de cómo Antonio Peñalver, el subcampeón olímpico de Barcelona 92, sufrió abusos sexuales a mano de su entrenador Miguel Ángel Millán ( http://deportes.elpais.com/deportes/2016/12/17/actualidad/1482000887_427898.html ) y pienso en cuántos enormes armarios quedan todavía por abrir en nuestras sociedades neomachistas.   Las palabras de Peñalver, que se suman a las que poco a poco van dejando al descubierto el dolor de tantos que un día se sintieron “puñeteros héroes” gracias a un guía todopoderoso al que con frecuencia se encontraban encima al despertarse, nos desvelan uno de los muchos rincones oscuros del patriarcado. El que tiene que ver con el abuso del poder y el dominio erotizado, el que se usa y del que se abusa sobre los y las más débiles, el que alimenta monstruos y genera víctimas de por vida.  La masculinidad hegemónica, construida históricamente sobre el íntimo vínculo poder-violencia y que se ha traducido siempre en relaciones jerárquicas en

QUÉ GOYAS TAN MAJOS

Cualquiera que tenga dudas sobre lo que implica el patriarcado en cuanto orden cultural no tendría más que acercarse con una mirada de género —es decir, con las “gafas violetas” puestas— a los relatos colectivos que nos siguen definiendo y en bastantes casos maleducando. Basta con asomarse a cualquier medio informativo, a la televisión, a la música que más se consume o a las pantallas de cine para comprobar cómo no solo se prorrogan los binomios jerárquicos que oponen a hombres y mujeres sino que incluso se refuerzan unas reglas del juego que insisten en mantener el estado masculino de privilegios frente al subordinado femenino. En este sentido, el cine continúa siendo un escenario privilegiado en el que detectar la pervivencia de lo que Celia Amorós denominó “pactos juramentados” entre varones y, en paralelo, la insignificancia femenina que sirve de espejo para que nosotros nos veamos y sintamos, como ya advirtiera  Virginia Woolf , de un tamaño doble al natural. Y