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CARMELA, LA MAESTRA

CONDUCTA
Ernesto Daranas, CUBA 2014

Solo por ver el rostro de la actriz Alina Rodríguez merece la pena ver esta pequeña gran película cubana. Ella interpreta a Carmela, una maestra que lucha por mantener la dignidad en un contexto tan complicado como el de la Cuba actual. La relación con Chala, el alumno de 11 años que vive en un contexto familiar desestructurado y violento, es la prueba de fuego que le hará luchar, como ha hecho durante toda su vida, por defender sus convicciones. Por mantenerse fiel a su pasión de maestra que entiende que a través de la educación es posible cambiar el mundo, alimentar la libertad, acabar con las esclavitudes de todo tipo.

Conducta es una de esas películas que te reconcilian con el poder del cine como espacio no solo de historias sino también de lecturas morales, éticas mejor dicho. Debería ser de visión obligatoria en todas las Facultades de Ciencias de la Educación y, por supuesto, en cualquier clase, si las hubiera, de Educación para la Ciudadanía. Su lección no por obvia es simple: solo a través de la educación, entendida tal y como lo hace el personaje de Carmela, es posible cambiar determinadas estructuras sociales y culturales. Es la educación el arma democrática por excelencia, la que permite igualar a los desiguales, la que hace equivalentes la dignidad de todos los individuos. Y para que la educación cumpla ese papel necesita no solo de recursos materiales sino también humanos. Personas como Carmela que vivan la educación no como una profesión, sino como un oficio casi artesanal, como una filigrana capaz de incidir como un bisturí ético sobre el cuerpo y el alma de los discentes. Como una militancia política, sí, política, en la medida que supone incidir en los factores políticos que nos convierten en ciudadanos y ciudadanas.

Conducta nos trae la luminosidad decadente de La Habana, incluso los olores y los colores de una isla que pese a todo mantiene su dignidad, los rostros de tantos niños y niñas que nos interpelan mirando al futuro, las violencias del sistema sobre todos y  muy especialmente sobre tantas mujeres. En ese escenario emerge el rostro de Carmela como un horizonte ético al que agarrarnos, un junco salvaje, un pilar que no se quiebra frente a los envites del destino. La abuela soñada por Chala, el niño protagonista, y la maestra que cualquier habría deseado tener. Carmen, Carmela, como mi abuela que nunca pudo ir a la escuela.






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