Las fronteras indecisas, 19-1-2015
Octavio Salazar Benítez
Octavio Salazar Benítez
Siempre se ha dicho que los nervios son malos consejeros. Y me temo que es ésta una advertencia que IU no está teniendo muy en cuenta en estos tiempos turbulentos en los que tantos suelos están moviéndose. El desencuentro con Susana Díaz con motivo de la visita de Valderas al Sáhara, con independencia de los evidentes intereses políticos y electorales que anidan en una parte y en otra, ha sido una muestra más de la tensión latente, y con frecuencia explícita, que sacude el cogobierno de la Junta. Es evidente que cualquier gobierno de coalición está sujeto a un equilibrio inestable que hace que con frecuencia salten chispas, pero no lo debería ser menos que entre los socios debería existir un mínimo de lealtad sin la cual el pacto está condenado al fracaso.
Creo que a nadie se le escapa que las tensiones entre PSOE e IU están siendo más frecuentes y últimamente más rotundas ante la perspectiva de un año electoral que obliga a que los partidos tomen posiciones. Ante ese horizonte parece que IU anda especialmente nerviosa en todos los niveles territoriales. El avance imparable de Podemos y la fuerza que están adquiriendo diversas iniciativas ciudadanas está descolocando a una izquierda que no ha sabido o no ha podido asumir el liderazgo en unos tiempos tan propicios precisamente para reivindicar el programa que se supone era el suyo. Tal vez porque han estado demasiado enfrascados en mirarse el ombligo y en pensar más en sus diatribas internas, y tan personalistas, que en su perdida conexión con la ciudadanía. Si a eso añadimos en el caso de Andalucía que la presidenta de la Junta está actuando con inteligencia y capitalizando todos los aparentes éxitos del gobierno, encontramos pues el cóctel perfecto desde el que explicar los desatinos de una fuerza política que ahora mismo no sabe muy bien donde situarse.
Por eso me resultaron tan sorprendentes las declaraciones que hace unos días en Córdoba hizo Antonio Maíllo, un hombre al que siempre he tenido por lúcido e inteligente. En ellas hacía un llamamiento a visitar los barrios para escuchar lo que la gente quiere y para hacer en consecuencia un programa ilusionante. Y me sorprendieron que justo las hiciera tras una crisis local de la coalición sobre la que apenas se nos ha explicado nada y que, en todo caso, pone de manifiesto que muchos son los desencuentros en una estructura, muy especialmente en nuestra ciudad, carente de liderazgo y de eso que Maíllo reclamaba en sus palabras: un proyecto ilusionante. Y ello tal vez porque la propia IU se ha ido ganado a pulso su propio fracaso gracias a unos líderes y lideresas que en los últimos años han restado más que sumado y, sobre todo, porque han ido perdiendo progresivamente capacidad de estar cerca de la gente y se han ido enrocando en unos discursos que no han sabido adaptar a las realidades del siglo XXI. Todo ello por no hablar del peso de un aparato que se resiste a hacerse flexible, tal y como se puso de manifiesto con la actitud del candidato local a la Alcaldía una vez que Ganemos rechazó democráticamente la propuesta de presentarse en coalición. Lo cual fue lo mismo que decir "como no se hace lo que yo no quiero, ya no juego".
Ante este cúmulo de despropósitos, a nadie debería extrañarle lo que anuncian los sondeos electorales, y mucho menos a una formación que, al menos de boquilla, siempre ha defendido como ninguna la participación ciudadana. Porque es precisamente la ciudadanía la que ahora está diciendo a gritos que está harta de estructuras anquilosadas, de guerras tribales y de cinismo. Y que por eso precisamente está apostando, aun a sabiendas de las incertidumbres, por propuestas que, como reclamaba Maíllo, pretenden recuperar el protagonismo de las calles. Ese que IU se ha ido dejando usurpar y que temo pagará próximamente en las urnas.
Comentarios
Publicar un comentario