Ir al contenido principal

PACO MUÑOZ, LA GENEROSA VULNERABILIDAD

Hacía tiempo que no me costaba tanto encontrar las palabras justas, ordenar los recuerdos, serenarme delante de la pantalla del ordenador. Hacía tiempo también que no lloraba como un niño desconsolado, como si me hubieran roto mi juguete más querido o me despertara en medio de la noche con una terrible pesadilla. Me han faltado las palabras y me han podido las lágrimas cuando me he enterado, apenas recién amanecido el sábado, de la muerte de Paco Muñoz. 

Paco fue, ha sido, es, una de las personas más importantes en mi vida universitaria y personal. Lo conocí hace ya casi dos décadas gracias a nuestra común interés por los derechos humanos. Desde entonces he compartido con él, y gracias a él, algunos de los momentos más apasionantes, fructíferos y divertidos de los últimos años. Gracias a Paco, y al impulso con el que daba vida al Instituto de la Paz y los Conflictos, hice de Granada casi mi segunda casa. Vivimos juntos seminarios, conferencias, congresos, reuniones, comidas y largas, largas charlas, en las que siempre era un placer compartir con él sonrisas y sabiduría. La última, en el septiembre pasado, en una tesis que él había dirigido sobre los procesos de paz en Argentina. Como siempre fue un placer compartir debate intelectual con él y luego, en la comida, los dos frente a frente, confidencias, reflexiones, esperanzas y muchos, muchos planes para el curso recién comenzado. Siempre recordaré el sabor dulce de los piononos que me tomé de postre y su sonrisa de niño travieso con la que siempre hacía fácil hasta el más complicado de los entuertos. Ahora esa comida, esos sabores, ese hasta pronto, cobra unan dimensión que entonces no podíamos imaginar.

Aprendí mucho de él y con él. De su mirada sobre la paz imperfecta y de su enorme capacidad para ir más allá de la superficie de las cosas. El me animó a trabajar en muchos de los temas a los que ahora me dedico. Gracias a él tuve una presentación de lujo de mis "Masculinidades y ciudadanía" en Granada, como también antes hizo posible la de mis "Cartografías de la igualdad". Hablamos siempre mucho de género, de empoderamiento, de "ciudadanía íntima", de virtudes cívicas y de la vida en general. Pero sobre todo he intentado aprender, solo soy de momento un vulgar aprendiz, de su enorme generosidad, de su actitud tan hospitalaria y tierna en un mundo tan metálico como el universitario, de la sencillez extrema con la que era capaz de decir la idea más rotunda o de curar la herida más profunda.

Nunca podré olvidar esas noches, en Almería o en Granada, en las que al final de la cena, su querida Cándida se arrancaba a cantar un bolero y él la miraba con los ojos de un chaval enamorado.  Como tampoco aquel día en que por las prisas me llevó en su moto, maleta incluida, a la estación de autobuses, sorteando el endiablado tráfico granadino, como si fuera una especie de Nanni Moreti en "Caro diario".  Ahí quedan sus imágenes y sus siempre revulsivas palabras en su blog para náufragos y navegantes. Y tantas, tantas páginas, escritas o no, en las que intentó convencernos a todos de que, en cuanto seres imperfectos y vulnerables, estamos obligados a entendernos, a querernos, a reconocernos.

Gracias también a él conocí a Joaquín Herrera, al que también la puta muerte dejó sin voz antes de lo debido. Ambos están para siempre en mis estanterías. En las de mi casa pero también en las de ese interior de un Octavio complejo y errante que tanto le debe a personas que, como ellos, un día me tendieron la mano y compartieron conmigo sus ansias de vivir y de saber. Los que como ellos un día me ayudaron a mirarme en el espejo y reconocerme.

Siempre cuesta cerrar un capítulo cuando los afectos se empeñan en prolongar la historia. Mucho más en el caso de Paco Muñoz que, de alguna manera, era pura vida, energía y entusiasmo. Quizás por eso no podría morir de otra manera que como la ha hecho. Fulminado por un rayo. Veloz. Sin dejar lugar a contemplaciones. Como si hubiera querido darnos una última lección sobre lo imperfecto y fugaz de la vida. Hasta en eso ha sido sabio, aunque a todos los que lo quisimos nos deje bien jodidos. 

Este sábado de octubre, querido amigo, cojo los pétalos de la rosa y, como siempre, una vez más, intento tomar nota de la lección que me envías desde el cielo posible de los hombres buenos. Y lo hago en este blog que tú tanto me insististe en crear y en el que no habría deseado escribir una entrada como la que este sábado me está rompiendo en dos.

Foto: Extraída de su blog "Naúfragos y navegantes de Paz y Conflictos". Paco con el alumnado de la Universidad de Córdoba  del Máster de Cultura de Paz, del que él fue el principal impulsor (14 noviembre 2010

Comentarios

Entradas populares de este blog

YO, LA PEOR DEL MUNDO

"Aquí arriba se ha de anotar el día de mi muerte, mes y año. Suplico, por amor de Dios y de su Purísima Madre, a mis amadas hermanas las religiosas que son y en lo adelante fuesen, me encomienden a Dios, que he sido y soy la peor que ha habido. A todas pido perdón por amor de Dios y de su Madre. Yo, la peor del mundo: Juana Inés de la Cruz". Mi interés por Juana Inés de la Cruz se despertó el 28 de agosto de 2004 cuando en el Museo Nacional de Colombia, en la ciudad de Bogotá, me deslumbró una exposición titulada "Monjas coronadas" en la que se narraba la vida  y costumbres de los conventos durante la época colonial. He seguido su rastro durante años hasta que al fin durante varias semanas he descubierto las miles de piezas de su puzzle en Las trampas de la fe de Octavio Paz. Una afirmación de éste, casi al final del libro, resume a la perfección el principal dilema que sufrió la escritora y pensadora del XVII: " Sor Juana había convertido la inferioridad

EL ÁNGEL DE AURORA Y ELENA

  El dolor siempre pasa por el cuerpo. Y la tristeza. También el goce, los placeres, la humillación. Somos cuerpo atravesado por las emociones. Los huesos y la piel expresan los quiebros que nos da la vida. Esta acaba siendo una sucesión de heridas, imperceptibles a veces, que nos dan nombre. Algunas supuran por los siglos de los siglos. Otras, por el contrario, cicatrizan y nos dejan tatuados. Las heridas del amor, de los placeres, de los esfuerzos y de las pérdidas. Estas últimas son las que más nos restan. Como si un bisturí puñetero nos arrancara centímetros de piel.   Sin anestesia. Con la desnudez propia del recién nacido. Con la ligereza apenas perceptible del que se va. No puedo imaginar una herida más grande que la provocada por la muerte de un hijo apenas recién iniciado su vuelo. Por más que el tiempo, y las terapias, y   las drogas, y los soles de verano, hagan su tarea de recomposición. Después de una tragedia tan inmensa, mucho más cuando ha sido el fruto de los caprich

CARTA A MI HIJO EN SU 15 CUMPLEAÑOS

  De aquel día frío de noviembre recuerdo sobre todo las hojas amarillentas del gran árbol que daba justo a la ventana en la que por primera vez vi el sol  reflejándose en tus ojos muy abiertos.   Siempre que paseo por allí miro hacia arriba y siento que justo en ese lugar, con esos colores de otoño, empezamos a escribir el guión que tú y yo seguimos empeñados en ver convertido en una gran película. Nunca nadie me advirtió de la dificultad de la aventura, ni por supuesto nadie me regaló un manual de instrucciones. Tuve que ir equivocándome una y otra vez, desde el primer biberón a la pequeña regañina por los deberes mal hechos, desde mi torpeza al peinar tu flequillo a mis dudas cuando no me reconozco como padre autoritario. Desde aquel 27 de noviembre, que siento tan cerca como el olor que desde aquel día impregnó toda nuestra casa, no he dejado de aprender, de escribir borradores y de romperlos luego en mil pedazos, de empezar de cero cada vez que la vida nos ponía frente a un n