Septiembre sabe a reinicio, a promesas, a apertura de posibilidades. Todo comienza, todo continúa. Comienza un curso de tensiones políticas y de dilemas constitucionales, de voces ciudadanas que buscan su lugar en el mundo y de instituciones que se diluyen por el peso de su insignificancia. En Córdoba sin embargo parece que las aguas no se atrevieran a sobrepasar el estancamiento. Aunque tengamos un equipo de primera, la ciudad continúa siendo de segunda. Mientras que no deja de subir el desempleo, y cada vez son más los jóvenes que ni estudian ni trabajan, la Pantoja canta en la Axerquía y Nieto busca argumentos con los que esquivar la promesa con la que pretendía convertirse en una especie de super héroe. En esta ciudad de camareros explotados y terrazas que anuncian un nivel de vida que no es más que un disfraz, lo contemporáneo continúa luchando por encontrar su hueco junto a las piedras. Una tarea que parece imposible en un lugar donde catedral y omnipotencia son sinónimos y en la que las procesiones le ganan la batalla a los caimanes. En la que se cierran salas de exposiciones y librerías y no se abren los espacios que prometían situarnos en el siglo XXI. La vida se reinicia en septiembre pero Córdoba parece condenada a no hacerlo. Sudorosa, lenta, católica, apostólica y solo ligeramente romana. Una ciudad de poetas escondidos en la que habría que recordar que, como bien sentenció la Symborska, "todo comienzo no es más que una continuación y el libro del destino está abierto a la mitad".
COLUMNA HOY POR HOY, RADIO CÓRDOBA, CADENA SER, 4-9-2014
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