Ir al contenido principal

CONTRA LA DOCILIDAD

Las fronteras indecisas
Diario Córdoba, 3-2-2014
Una de las mayores crisis que estamos sufriendo en la actualidad es la que deriva de un pensamiento simple, sin matices, reducido a la fugacidad de un eslogan y en muchos casos a los caracteres de un twit. Blanco o negro, o conmigo o contra mí. Todo ello en un contexto de desaparición, o invisibilidad al menos, de voces críticas que sean capaces de poner el dedo en las llagas de nuestras miserias y en las del sistema, que no se conformen con el orden establecido y que miren hacia un horizonte en el que las reglas del juego pudieran ser distintas. Por el contrario, este simulacro de democracia que tenemos alimenta las voces dóciles, mansas, sumisas y políticamente correctas. Las que dicen a los de su bando lo que quieren escuchar, las que no escatiman esfuerzos por arrimar el ascua a su sardina, al tiempo que se atrincheran en la complicidad con el que tiene la batuta. Algunas veces por acción y otras muchas por omisión. Por el camino se pierden los matices, los interrogantes que permiten avanzar, las dudas que obligan a seguir buscando, la valentía que implica decir que no y la superación de la quietud que supone conformarse con lo bueno y no aspirar a lo mejor. De esta manera, la libertad y el pluralismo yacen heridos de muerte y, en el mejor de los casos, reducidos a mera formalidad. Su lugar es ocupado por el pragmatismo y el cinismo. Triunfan los listos y espabilados, no tanto los inteligentes y constantes. Todo vale en esta conjura de mentes domesticadas en la que se acaba imponiendo la ley del que mejor controla las perversas reglas del juego. Homo homini lupus es la pintada que muchos desearían escribir sobre la tumba de Pico della Mirandola.
Necesitamos, ahora más que nunca, rebelarnos frente a ese estado de pobreza intelectual y cívica. Urge que nos despierten del letargo y que nos hagan reflexionar sobre lo importante que es para la democracia conjugar razón crítica y utopía esperanzada. Un doble objetivo que recorre las páginas del último libro de una de esas voces tan necesarias, la del teólogo Juan José Tamayo. En su "50 intelectuales para una conciencia crítica" nos ofrece otros tanto perfiles de mujeres y hombres que no se han instalado cómodamente en la realidad, que han buscado su transformación y que, con frecuencia, han desestabilizado el orden establecido. Todos ellos, a pesar de vivir en distintos momentos del siglo XX, en diversos continentes y de trabajar en ámbitos dispares, comparten su sentido crítico, su perspectiva laica, su actitud heterodoxa y su mirada al futuro. De ahí, como es fácil deducir, sus en muchos casos enfrentamientos con el poder y hasta su persecución por parte de aquellos que no asumen que no hay democracia sin libertad de conciencia ni pluralismo.
Aunque el mismo Tamayo define su obra como una especie de "biografía religiosa colectiva del siglo XX", y aunque es cierto que en ella predominan los teólogos y las teólogas, su propuesta va más allá. Porque en sus páginas encontramos argumentos para reconstruir los espacios políticos, para revisar el sentido pervertido de la justicia, para cuestionar el orden patriarcal y las jerarquías que derivan de un mundo desigual. Es por tanto también una obra radicalmente política, comprometida, esperanzada en el sentido más positivo de este término. A la manera de Ernst Bloch. Un libro que demuestra la necesidad de romper fronteras, de asumir lo transdiciplinar, de incorporar la mirada lúcida y transformadora del feminismo, de insistir en la lógica emancipadora de los derechos humanos y, al fin, en la necesidad de reinventar la democracia. De ahí que debiera ser de lectura obligatoria en escuelas y universidades donde, si no me equivoco, debería fomentarse por encima de todo lo que Tamayo pide a gritos en su última obra. Escuchémosle. Nos va la vida en ello.

Comentarios

Entradas populares de este blog

YO, LA PEOR DEL MUNDO

"Aquí arriba se ha de anotar el día de mi muerte, mes y año. Suplico, por amor de Dios y de su Purísima Madre, a mis amadas hermanas las religiosas que son y en lo adelante fuesen, me encomienden a Dios, que he sido y soy la peor que ha habido. A todas pido perdón por amor de Dios y de su Madre. Yo, la peor del mundo: Juana Inés de la Cruz". Mi interés por Juana Inés de la Cruz se despertó el 28 de agosto de 2004 cuando en el Museo Nacional de Colombia, en la ciudad de Bogotá, me deslumbró una exposición titulada "Monjas coronadas" en la que se narraba la vida  y costumbres de los conventos durante la época colonial. He seguido su rastro durante años hasta que al fin durante varias semanas he descubierto las miles de piezas de su puzzle en Las trampas de la fe de Octavio Paz. Una afirmación de éste, casi al final del libro, resume a la perfección el principal dilema que sufrió la escritora y pensadora del XVII: " Sor Juana había convertido la inferioridad

EL ÁNGEL DE AURORA Y ELENA

  El dolor siempre pasa por el cuerpo. Y la tristeza. También el goce, los placeres, la humillación. Somos cuerpo atravesado por las emociones. Los huesos y la piel expresan los quiebros que nos da la vida. Esta acaba siendo una sucesión de heridas, imperceptibles a veces, que nos dan nombre. Algunas supuran por los siglos de los siglos. Otras, por el contrario, cicatrizan y nos dejan tatuados. Las heridas del amor, de los placeres, de los esfuerzos y de las pérdidas. Estas últimas son las que más nos restan. Como si un bisturí puñetero nos arrancara centímetros de piel.   Sin anestesia. Con la desnudez propia del recién nacido. Con la ligereza apenas perceptible del que se va. No puedo imaginar una herida más grande que la provocada por la muerte de un hijo apenas recién iniciado su vuelo. Por más que el tiempo, y las terapias, y   las drogas, y los soles de verano, hagan su tarea de recomposición. Después de una tragedia tan inmensa, mucho más cuando ha sido el fruto de los caprich

CARTA A MI HIJO EN SU 15 CUMPLEAÑOS

  De aquel día frío de noviembre recuerdo sobre todo las hojas amarillentas del gran árbol que daba justo a la ventana en la que por primera vez vi el sol  reflejándose en tus ojos muy abiertos.   Siempre que paseo por allí miro hacia arriba y siento que justo en ese lugar, con esos colores de otoño, empezamos a escribir el guión que tú y yo seguimos empeñados en ver convertido en una gran película. Nunca nadie me advirtió de la dificultad de la aventura, ni por supuesto nadie me regaló un manual de instrucciones. Tuve que ir equivocándome una y otra vez, desde el primer biberón a la pequeña regañina por los deberes mal hechos, desde mi torpeza al peinar tu flequillo a mis dudas cuando no me reconozco como padre autoritario. Desde aquel 27 de noviembre, que siento tan cerca como el olor que desde aquel día impregnó toda nuestra casa, no he dejado de aprender, de escribir borradores y de romperlos luego en mil pedazos, de empezar de cero cada vez que la vida nos ponía frente a un n