Un libro a recuperar cuando llega el otoño...
"Vacié muchas botellas de whisky, mordisqueé pan, bebí agua de la petaca en mi larga marcha hacia el oeste, con la mochila dando bandazos a mi espalda y el pelo lleno de arena..., día tras día de aquel principio de otoño"
Las historias que se entrelazan en TOKIO BLUES están protagonizadas por seres frágiles, vulnerables, heridos. Seres que arrastran dolores que, en muchas ocasiones, no hallan remedio ni cura. Ni siquiera a través del amor que acaba convirtiéndose en un argumento más para el desasosiego. Por ello la banda sonora más oportuna que debiera sonar de fondo sea la de un blues, la de una trompeta rota, la de unas cuerdas rasgadas a punto de romperse. Melancolía, otoño, intemperie.
Murakami se empeña en demostrarnos la imperfección del ser humano, nuestras debilidades, la complejidad - y en muchos casos el laberinto - que supone asimilar todas nuestras carencias e incapacidades.
"Nosotros, todos nosotros somos seres imperfectos que vivimos en un mundo imperfecto. Y no debemos vivir de una manera tan rígida, midiendo la longitud con una regla y los ángulos con un transportador como si la vida fuera un depósito bancario".
De ahí que la enfermedad sea prácticamente la esencia, más que un intermedio un estado que permanece en muchos casos latente hasta que se muestra. De ahí que los trastornos de la mente más que intervalos de falta de lucidez sean vías necesarias por las que transitar en nuestro devenir de almas que vuelan. Y la muerte, siempre la muerte, como salvación incluso, como puerta que se abre, la muerte como parte y no como fin de la vida.
"Es un realidad. Mientras vivimos, vamos criando la muerte al mismo tiempo. Pero ésta es sólo una parte de la verdad que debemos conocer. La muerte de Naoko me lo enseñó: <<El conocimiento de la verdad no alivia la tristeza que sentimos al perder a un ser querido. Ni la verdad, ni la sinceridad, ni la fuerza, ni el cariño son capaces de curar esta tristeza. Lo único que puede hacerse a atravesar este dolor esperando aprender algo de él, aunque todo lo que uno haya aprendido no le sirva para nada la próxima vez que la tristeza lo visite de improviso>>".
Un tratado sobre la imposible búsqueda de la felicidad o, mejor dicho, sobre los escasos fragmentos que de ella se tatúan en nuestra piel. Una novela sobre la tristeza y el otoño casi permanente de todos los que buscamos un sentido al amor, al sexo, a la muerte. La vida como suma de desengaños pero también de descubrimientos. La condena de la nostalgia que ata con grilletes nuestros pies. El cuerpo como escenario de batallas y, al fin, como reposo único.
La soledad inevitable del ser humano y, en consecuencia, la inevitable reivindicación del egoísmo.
"No te compadezcas de ti mismo. Eso sólo lo hacen los mediocres".
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