Ir al contenido principal

PROFESOR LAZHAR: LA CONSAGRACIÓN DE LA VIDA

PROFESOR LAZHAR es una de esas películas que, en su sencillez, encierra una enorme complejidad. Y como toda buena película, tiene la capacidad de mostrarla al espectador sin alardes, con la astucia del que sabe penetrar, a través de los ojos, en ese lugar a veces tan inexpugnable donde guardamos las emociones.

A partir de un suceso trágico, el suicidio de una maestra en el aula del colegio donde impartía clases, la película nos plantea un recorrido por algunas de las regiones más vulnerables del ser humano. Y lo hace a través de dos ejes principales: de un lado, Bachir Lazhar, el profesor sustituto que se enfrenta a la difícil tesitura de darle continuidad al curso escolar y que a su vez vive en sus propias carnes el drama de la insjuticia; de otra, los niños y las niñas que en el microcosmos del aula se ven obligados de golpe a madurar.

De alguna manera, esta película canadiense es un relato sobre dos de los factores que forman parte de la vida y que, desde diferentes dimensiones, provocan dolor, desgarro, jirones. Por una parte, el exilio, la migración, el drama de la huida y de la búsqueda (Bachir es un refugiado argelino que huye de la persecución política en su país y que arrastra el dolor del asesinato de su mujer y sus hijos). Por otra, la muerte como factor que da sentido a la vida. La muerte cuya asuncíón implica el inicio de la madurez. Y , ligada a ella, la necesidad del duelo como proceso de drama interno que posteriormente ha de llevarnos a seguir viviendo.

De fondo, el contexto de una escuela como ámbito en el que, se supone, no sólo se está transmitiendo conocimientos a los más jóvenes, sino que también es un lugar donde se les deberían dar herramientas para crecer, para ser autónomos, para asumir el dolor de la lucidez, para valorar lo que es o no es injusto. Para comprender que la vida sin libertad no es vida. Como no lo era la vida de Bachir en Argelia. Como puede que no lo fuera la de la maestra que no quiso seguir viviendo. Esa joven al que un niño le pinta alas en una fotografía, quizás para borrar las culpas que siente ante el hecho terrible de la pérdida.

En esta época de crecientes vulnerabilidades, de puesta en cuestión de tantos pilares del que creímos eterno Estado de bienestar, PROFESOR LAZHAR es una película militante, necesaria, hermosa. Porque reivindica, desde la carga de crítica que también conlleva frente a unos sistemas educativos que parecen haber olvidado la dimensión humanista de la escuela, el papel de los maestros frente a los pedagogos, la fuerza de la ternura como instrumento socializador frente al ejercicio puro y duro del poder, la celebración de la diversidad frente a las lecturas monolíticas. 

En un momento de la película, el profesor les pide a sus alumnos y alumnas que le escriban un cuento en torno a la idea de injusticia. Con el compromiso de que él también escribirá uno y serán ellos los correctores. En ese cuento, Bachir - que significa "portador de buenas noticias" -  relata una metáfora de su propia vida.  Y recupera la figura de una crisálida, esa promesa de vida que brota, ese futuro por hacer, esa celebración de la alegría. En fin, lo que, como él dice en uno de sus parlamentos más emocionantes, lo que debe ser el papel de la escuela: la consagración de la vida. Esa vida que hierve en la niña que lee "Colmillo banco", en el niño que sufre migrañas o en el nieto de una víctima de la dictadura chilena. La vida plural en estos tiempos en los que es tantas ocasiones uno acaba sintiéndose un refugiado como Lazhar.


Comentarios

Entradas populares de este blog

YO, LA PEOR DEL MUNDO

"Aquí arriba se ha de anotar el día de mi muerte, mes y año. Suplico, por amor de Dios y de su Purísima Madre, a mis amadas hermanas las religiosas que son y en lo adelante fuesen, me encomienden a Dios, que he sido y soy la peor que ha habido. A todas pido perdón por amor de Dios y de su Madre. Yo, la peor del mundo: Juana Inés de la Cruz". Mi interés por Juana Inés de la Cruz se despertó el 28 de agosto de 2004 cuando en el Museo Nacional de Colombia, en la ciudad de Bogotá, me deslumbró una exposición titulada "Monjas coronadas" en la que se narraba la vida  y costumbres de los conventos durante la época colonial. He seguido su rastro durante años hasta que al fin durante varias semanas he descubierto las miles de piezas de su puzzle en Las trampas de la fe de Octavio Paz. Una afirmación de éste, casi al final del libro, resume a la perfección el principal dilema que sufrió la escritora y pensadora del XVII: " Sor Juana había convertido la inferioridad

EL ÁNGEL DE AURORA Y ELENA

  El dolor siempre pasa por el cuerpo. Y la tristeza. También el goce, los placeres, la humillación. Somos cuerpo atravesado por las emociones. Los huesos y la piel expresan los quiebros que nos da la vida. Esta acaba siendo una sucesión de heridas, imperceptibles a veces, que nos dan nombre. Algunas supuran por los siglos de los siglos. Otras, por el contrario, cicatrizan y nos dejan tatuados. Las heridas del amor, de los placeres, de los esfuerzos y de las pérdidas. Estas últimas son las que más nos restan. Como si un bisturí puñetero nos arrancara centímetros de piel.   Sin anestesia. Con la desnudez propia del recién nacido. Con la ligereza apenas perceptible del que se va. No puedo imaginar una herida más grande que la provocada por la muerte de un hijo apenas recién iniciado su vuelo. Por más que el tiempo, y las terapias, y   las drogas, y los soles de verano, hagan su tarea de recomposición. Después de una tragedia tan inmensa, mucho más cuando ha sido el fruto de los caprich

CARTA A MI HIJO EN SU 15 CUMPLEAÑOS

  De aquel día frío de noviembre recuerdo sobre todo las hojas amarillentas del gran árbol que daba justo a la ventana en la que por primera vez vi el sol  reflejándose en tus ojos muy abiertos.   Siempre que paseo por allí miro hacia arriba y siento que justo en ese lugar, con esos colores de otoño, empezamos a escribir el guión que tú y yo seguimos empeñados en ver convertido en una gran película. Nunca nadie me advirtió de la dificultad de la aventura, ni por supuesto nadie me regaló un manual de instrucciones. Tuve que ir equivocándome una y otra vez, desde el primer biberón a la pequeña regañina por los deberes mal hechos, desde mi torpeza al peinar tu flequillo a mis dudas cuando no me reconozco como padre autoritario. Desde aquel 27 de noviembre, que siento tan cerca como el olor que desde aquel día impregnó toda nuestra casa, no he dejado de aprender, de escribir borradores y de romperlos luego en mil pedazos, de empezar de cero cada vez que la vida nos ponía frente a un n