Siempre me ha sorprendido que se hable del "cine político" como una etiqueta que, con carácter general, tiende a restar valor artístico a determinadas películas atravesadas por un evidente compromiso. Como pasa con cualquier obra de arte, no creo que esa etiqueta, como otras muchas, sirvan. La única diferencia válida es la que distingue entre las buenas y las malas películas. E incluso me atrevería a decir que toda buena película es política, en la medida en que atrapa un trozo de realidad, bien para recrearlo, bien para superarlo, y en cuanto que propone una determinada visión del ser humano, de sus relaciones, de su microcosmos. Porque no nos deberíamos olvidar de lo que planteaba el viejo y certero lema feminista: LO PERSONAL ES POLÍTICO.
Por eso la última película de Iciar Bollaín no es simplemente una obra política, es sobre todo una gran película. Todo su cine es político ya que nos plantea una mirada lúcida y crítica sobre aspectos cruciales de nuestra vida social y personal. Podría hacerse por ejemplo con su filmografía todo un ciclo en torno al lugar de las mujeres en la sociedad. "Hola, ¿estás sola?", "Flores de otro mundo", "Te doy mis ojos" y "Mataharis" componen un retrato plural y riquísimo de cómo el género construye un determinado lugar en el mundo.
En su nueva película la Bollaín abandona esos territorios, por primera vez no trabaja directamente en el guión y asume el reto de hacer una película más compleja desde el punto de vista técnico y artístico. Mi admirada directora sale victorisa del envite porque ha conseguido hacer una obra contundente, maravillosamente filmada y con las dosis precisas de emoción y de denuncia. Sobre la base de un guión que entrelaza a la perfección dos tiempos y una misma situación política, "También la lluvia" nos ofrece un magnífico relato sobre los efectos devastadores de la colonización, sobre la exclusión que genera nuestro modelo económico, sobre la falacia de una teoría de los derechos humanos que siempre administran los poderosos. De ahí la oportunidad de rescatar a la impresionante figura de Bartolomé de las Casas - espléndido como siempre Raúl Arévalo -, que ya planteó en el siglo XVI el concepto de dignidad humana y alzó su voz contra las atrocidades del imperio y la religión. En este sentido, el mundo no ha cambiado tanto. Y eso es lo que Paul Laverty, el guionista y marido de Iciar, trata de enseñarnos con esta desmitificadora historia sobre Colón (impresionantes escenas de Karra Elejalde), sobre las conquistas de todo tipo y sobre los pueblos que todavía hoy continúan siendo humillados.
Con la música sutil y poco perceptible del siempre mágico Alberto Iglesias, con unos actores en estado de gracia (esta vez los hombres son los protagonistas... me gustará rescatar las imágenes eliminadas del montaje final en las que Nawja Nimri interpreta a la reina Isabel) y con un pulso en la dirección que ya quisieran muchos de sus coetáneos, la Bollaín ha hecho una película que merece todos los Goya y por supuesto también el Oscar. Entre otras cosas porque logra que nos sintamos identificados con la tensión que viven los dos protagonistas: el idealista director intepretado por Gael García Bernal y el duro y competitivo productor que hace suyo ese prodigio de la naturaleza que se llama Luis Tosar. Todos tenemos en el fondo algo de Sebastián y algo de Costa. La clave está en cuál de ellos acaba inclinando la balanza. Ese es, al fin, el duro reto moral que nos plantea "También la lluvia".
Tienes razón en lo que dices.
ResponderEliminarMe parece realmente genial esa "labor de ganchillo" que entreteje dos tiempos históricos y dos realidades sociopolíticas diferentes, pero con una misma trama de fondo: la explotación, la opresión y la aniquilación de un pueblo. Y todo hecho sin estridencias, de la manera más fácil y sutil.
También te doy la razón en los actores-personajes, pero destacaría igualmente a Colón. Cómo el personaje-actor se identifica con el personaje-intepretado, especialmente cuando al final dice que él se queda, no hay nadie esperándole. Ese punto de visionario apátrida que tienen ambos también me parece genial.
A lo que habría que añadir la rotunda crítica del "progresismo de salón" que pregona una cosa y luego hace la contraria... En este sentido hay auténticas perlas que suelta el personaje de Elejalde y es magnífica la cena de todo el equipo de la película.
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